martes, 30 de noviembre de 2010

Huir nunca es la salida, o al menos la correcta.

Huir. Normalmente se describe a las personas con adjetivos, pero a ella no había ninguno que la describiera tan bien como la describía aquel verbo. Huir. Tenía esa tendencia a escapar de todo. En cuanto algo la desbordaba mínimamente ella comenzaba a andar, primero lento e iba aumentando el paso hasta acabar corriendo. Era lo único que la conseguía tranquilizar aunque sabía que hacía lo incorrecto. Huía de los problemas, de los líos, de las discusiones, huía de todo aquello que pudiera causarle el mínimo sufrimiento. Ella antes, era de las de quedarse hasta el final, de aguantar lo que le cayese encima fuera la que fuera, pero se había cansado de salir perdiendo siempre, de acabar pagando los platos rotos, se había cansado de ser la que siempre sufriera por mucho que intentara hacer las cosas con la mejor intención. Por eso cuando discutía con él, salía corriendo. intentaba evadirse de aquello y pensar que mañana o en una hora todo habría cambiado.Quizá esperaba que al marcharse de aquel lugar, él la siguiese y los problemas se quedaran allí, pero aunque él apareciese de nueve a su lado, los problemas seguían ahí. Las cosas seguían ahí por mucho que ella intentase alejarse. Y ahora estaba aprendiendo que huir nunca fue la solución, que en cuanto volviese las cosas seguirían como las dejó o quizá peor. Pero entonces, ¿qué debía hacer? ¿Quedarse hasta que doliera o huir para volver y que siguiese doliendo? No había escapatoria, todo la llevaría al mismo punto antes o después, al maldito dolor, mas grande o más pequeño, más puro o más llevadero, pero siempre al mismo punto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario