miércoles, 15 de diciembre de 2010

Tiempo al tiempo.

Desde aquel momento intentó entender qué es lo que nos ha pasado, aunque realmente llevo mucho tiempo intentando entenderlo, pero nada, no hay ninugna pista que me lleve por buen camino. ¿Qué nos ha pasado? Realmente nada había cambiado, o quizá cambió todo y no quisimos verlo, preferimos taparnos los ojos y seguir caminando juntos. Pero entonces llegan los obstáculos que no vimos por ir demasiado ciegos, y que nos comimos enteritos. Y una vez que caímos no tubimos la fuerza suficiente como para levantarnos, estábamos sobre arenas movedizas, cuanto mas nos movíamos más nos enterrabamos, y entonces dejamos de movernos. Quisimos esperar que llegase algo, que apareciese algo que nos ayudará a salir de allí, pero estábamos solos, era cosa nuestra y los dos estábamos allí, enterrándonos poco a poco, haciéndonos daño sin poder salir. Si uno de los dos hubiera tenido los ojos abiertos, lo podríamos haber evitado, podría haber guiado al otro y evitar la caída, pero esto son cosas que se piensan cuando ya han pasado. Y ahora estamos aquí, ahogados hasta el cuello, a punto de morir. No sé realmente como lo has echo, pero tú estás resurgiendo de a poquitos, y a mi me estás dejando ahí, tirada y sola. Te miro y por más que te pido explicaciones no dices nada. Ahora ya has salido, y te has quedado sentado en el tronco que puedes utilizar para salvarme, pero prefieres quedarte mirándome. No puedo hacer nada, porque si muevo un solo músculo solo me enterraré un poco más, tengo que ser fuerte, aguantar, tú estás ahí y todavía no te has ido cuando hace días que podías haber seguido el camino. ¿Por qué estás mirándome? Realmente necesito que me ayudes, que me saques de aquí. Aunque después de sacarme te vayas corriendo y me hagas cruzar sola el camino, no importa, en algún momento nos encontraremos y ninguno de los dos irá ciego.
Han pasado dos días y te has ido, no sé si tan siquiera volverás. Yo confío en ti, creo que solo has ido a buscar una cuerda para poder sacarme de ahí, dijiste que siempre estarías ahí, yo lo sigo creyendo.
Es el tercer día desde que te has idoy sigues sin aparecer, pero no puedo perder la esperanza, tú me enseñaste a no perderla. En verdad, tú me has enseñado tantas cosas que creo que quizá seas tú quien me enseñó a vivir como lo hago ahora.
Veo unas sombras entre los árboles, creo que eres tú, pero todavía estás demasiado lejos y estoy algo mareada. Escucho pasos, pasos que se dirigen deprisa hacia mí, suenan como sonabas tú cuando corrías a buscarme. Si, eres tú, y vienes a por mí, vienes a sacarme, pero creo que es tarde, creo que me estoy desmayando...
No sé que ha pasado, solo sé que al abrir los ojos lo primero que he visto es a ti agarrando mi mano, pidiendo perdón y diciéndome que no me puedo ir, que todo ha sido culpa tuya. Estoy confusa y me duele mucho la cabeza. Me ayudas a sentarme y me preguntas que tal estoy, pero no me salen las palabras, es como si me hubiese quedado muda. Te tengo enfrente y te miro, te miro como te miraba cada noche mientras dormías, aunque sé que no lo hacías; te veía mirarme de reojo a pesar de que nunca te lo hubiera dicho.
Has empezado a balbucear palabras, no estoy muy segura de lo que has dicho porque me perdí con el primer te quiero que dijiste. Me has salvado porque te has dado cuenta de que no solo eras tú el único que podía hacerlo, sino que, de cierto modo también te has salvado a ti mismo.
Y ahora no sé que es lo que pasará. Lo único que sé es que estamos aquí los dos, que estamos mirando las arenas movedizas de las que hemos conseguido salir y que estamos diciéndonos todo lo que debimos decirnos mucho antes, y repitiéndonos aquello que necesitamos dejar claro.
Tanto uno como el otro necesitaba hablar, hablar todo y cuando digo todo es todo. Aunque de aquí cada uno salga por su camino, cuando las cosas están claras y no nos dan vueltas en la cabeza, el sol brilla más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario