jueves, 22 de noviembre de 2012

Nebur.

Un sábado normal y corriente, recién levantada, cuando tu belleza no está resaltada con ningún tipo de colorete ni sombra de color, cuando el sueño es tu único maquillaje, justo es ese el momento en que alguien se fija en ti. Y no sabes como, de repente, está ahí, contigo. Discutiendo por a quién le toca poner la música, por quién tiene demasiado nórdico y haciendo guerra de almohadas y cosquillas. Despertando en medio de la noche con él abrazado a ti, y recorrer sus manos, suspirar y volver a quedarte dormida, felizmente dormida. Porque no existe persona sobre la tierra a la que no le guste que la mimen, que no le guste sentir el calor de otros labios, a quien no le guste sentir que hay alguien solo por ti, que está ahí porque estás tú y no otra de esos cientos de millones de personas del mundo, tú eres la razón de su estar ahí. Y aunque trates de pensarlo fríamente, de separarlo de lo personal, hay veces que aunque quieras no puedes. Puedes no llevarlo al rincón del amor, porque sabes que eso no es lo que existe, pero se queda por ahí danzando entre amigo, lo especial y el cariño, rebotando de una en otra y creándose su pequeño huequecito. Mientras tanto, mientras sabes que se está formando algo que no tiene descripción, recuerdas una y otra vez que os dormisteis acurrucados cada uno hacia su lado y que os despertasteis acurrucados el uno en el otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario